El "mundo plástico" del niño es distinto al del adulto. A cada ciclo corresponde en el niño un "mundo plástico" diferente. El "mundo plástico" de cada niño es propio y peculiar es constitutivo de su personalidad.
El educador debe saber leer en un "cuadro"; debe conocer sus diversos elementos y no equivocarse, no debe confundir una flor con un árbol, una casa con un barco.
Debe conocer los diversos elementos, más no debe interpretar el cuadro. En esto se distingue del psicoanalista y del grafólogo. El oficio del educador y el de éstos son en cierto modo, complementarios.
El "mundo infantil" se nos manifestará, cada vez más, a medida que practiquemos la educación artística. Reconoceremos pronto el estilo peculiar de cada niño e igualmente sabremos apreciar toda ingerencia extraña, como modelos, sugerencias e influjo del adulto en las auténticas creaciones infantiles.
El niño acostumbrado a la copia pierde poco a poco su espíritu creador.
El niño se deja influenciar por el ambiente, por los demás compañeros; pero, que un niño influya sobre otro la cosa no perjudica, más que el educador lo haga, sí.
El educador no debe influir más que indirectamente en las creaciones infantiles. Ejemplo: el niño dibuja una casa sin puerta. Después de varios contactos entre educador y educando y cuando éste ha cobrado ya plena confianza en aquel; el educador puede preguntarle: "¿Cómo se entra a tu casa?", y deja al niño resolver su problema. Si el niño agrega la puerta, No es un detalle más que añade a su dibujo, sino un conocimiento más que adquiere, el conocimiento del "espacio vacío". Si el niño no dibuja la puerta, es que este proceso no se llevó a cabo. Claro que nada ganaríamos con que el niño dibujara la puerta como un elemento más en su dibujo sin ese proceso mental.
La función del educador es fundamental, pues a él corresponde el despertar de la imaginación del niño mediante sus preguntas, el librarlo de sus prejuicios y de su timidez, de protegerlo contra los otros y el enseñarle a superarse por sí mismo.